Virginia Woolf, una autora de las más conocidas entre los clásicos del siglo XX. Estudié la carrera de estudios ingleses, por lo que su nombre y diversos datos y palabras memorables me fueron enseñadas. No obstante, no había llegado a leer gran cosa de ella. He comenzado con uno de los más conocidos, “Una Habitación Propia”. Este ha sido regalo sorpresa de mis padres en un domingo de estudio, y me hallo inmensamente agradecida por ello.
No se trata de una novela, si no de un largo y tendido ensayo expuesto en un par de conferencias ofrecidas en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton en 1928, según viene indicado al inicio del mismo. Incluso se añade la aclaración de que, evidentemente, la conferencia no ocupó la extensión total de las 153 páginas que encontramos en este libro, sino que hubo datos añadidos o modificados tras las conferencias.
“El pensamiento había hundido su caña en el río. Oscilaba, minuto tras minuto, de aquí para allá, entre los reflejos y las hierbas, subiendo y bajando con el agua, hasta la súbita conglomeración de una idea en la punta de la caña” .
Voy a comenzar tratando lo más general, que son sus reflexiones sobre las situaciones, los momentos, los hechos que suceden en su entorno próximo e incluso los pasados. Inciso importante, ¿su entusiasmo hacia Jane Austen con Orgullo y Prejuicio? MUY FAN. Porque ya descubriréis cuando vuelva a leerlo, que es una de mis lecturas favoritas. Pero, volviendo a «Una Habitación Propia», medita sobre diferentes aspectos de la vida de una forma que aporta un respiro a nuestros propios pensamientos. Da una visión de un Londres más parecido al actual del que creemos, menciona las diferencias entre genios de la literatura, e incluso toca de pasada el asunto de la homosexualidad en mujeres, siempre abordando la cuestión de la mujer en algún momento. Todo ello, por supuesto, llegando a la conclusión de que una mujer necesita de una habitación para sí misma y un poco de tranquilidad para así dejarse llevar por su propia mente y motivaciones y plasmarlo a su manera.
“¿Hubiera sido Orgullo y prejuicio una novela mejor si a Jane Austen no le hubiera parecido necesario esconder su manuscrito para que no lo vieran las visitas? Leí una página o dos para ver, pero no pude encontrar señal alguna de que las circunstancias en que escribió el libro hubieran afectado en absoluto su trabajo. Éste es, quizás, el mayor milagro de todos. Había, alrededor del año 1880, una mujer que escribía sin odio, sin amargura, sin temor, sin protestas, sin sermones. Asi es como escribió Shakespeare, pensé mirando <<Antonio y Cleopatra>>; y cuando la gente compara a Shakespeare y a Jane Austen, quizá quiere decir que las mentes de ambos habían quemado todos los obstáculos; y que por este motivo no conocemos a Jane Austen ni conocemos a Shakespeare, y por este motivo Jane Austen está presente en cada palabra que escribe y Shakespeare también».
Me ha fascinado, principalmente, por su grata atemporalidad. Cuenta con observaciones sobre las necesidades y diferencias de las mujeres escritoras en un mundo con unos ideales que, lejos de ser descritos como lo radicales que pensamos que eran hace casi cien años, se asemejan a los aún presentes en la sociedad. Las carencias existentes resultan aplicables en el contexto actual, e incluso los comentarios de otros sobre el tema, son similares a las que podemos encontrarnos hoy en día. Todo ello me lleva a pensar, ¿tan poco hemos logrado evolucionar en casi cien años a ese respecto?
“Era la hora entre dos luces en que los colores se intensifican y los púrpuras y los dorados arden en los cristales de las ventanas como el latido de un corazón excitable; en que, por algún motivo, la belleza del mundo, revelada y, sin embargo, a punto de perecer, la belleza del mundo que tan pronto perecerá tiene dos filos, uno de risa, otro de angustia, partiendo el corazón en dos”.
Otra cosa que me ha encantado es que se trata de una exposición de hechos o, más bien, pensamientos sobre lo implica ser una mujer en el mundo y, más aún, escritora. Comienza con un exquisito relato sobre el proceso que la lleva a reconocer su visión de la mujer escritora y sobre el contexto y el entorno en el que se encuentra en esos momentos. Enlaza de manera magistral cómo cada acción, comentario, o situación que ella misma observa, la lleva a percatarse de algo más. No obstante, hoy en día los textos se exponen de forma más ligera, facilitando al lector su entendimiento, lo cual puede hacer que esas mismas cadenas que relata se conviertan en algo pesado para el lector actual por su narración sin apenas punto y aparte, y por su disparidad en ciertos momentos al ir de un pensamiento a otro.
“…todas aquellas otras expresiones que apoyan nuestra creencia de que, por muy ingeniosos que seamos por encima, por debajo somos muy serios, muy profundos y muy humanos. Me hizo sentir, al contrario, que en lugar de serios, profundos y humanos, quizá seamos, simplemente – y este pensamiento era mucho menos seductor – mentalmente perezosos y por añadidura convencionales”.
¿Y quién fue Virginia Woolf? Una escritora británica, nacida y con larga vida en la sociedad de Londres. Es una de las autoras más conocidas del modernismo, cuya mayor importancia fue concebida en los periodos de entreguerras y el grupo Bloomsbury. Y fue gracias precisamente a “Una Habitación Propia” que se la reconoce como una escritora con gran influencia sobre el movimiento feminista, siendo este uno de los textos más analizados y mostrados en la literatura del movimiento.
“Desde luego, la mente es un órgano muy misterioso, pensé, volviendo a meter la cabeza dentro, sobre el que no se sabe nada en absoluto, aunque dependamos de él por completo. ¿Por qué siento que hay discordias y oposiciones en la mente, de igual modo que hay en el cuerpo tensiones producidas por causas evidentes? ¿Qué se entiende por “unidad de la mente”?, me pregunté. Porque la mente tiene, claramente, el poder de concentrarse sobre cualquier punto en cualquier momento, tal poder que no parece estar constituida por un único estado de ser. Puede separarse de la gente de la calle, por ejemplo, y pensar en si misma mientras mira a la gente desde una ventana alta. O puede, espontáneamente, pensar junto con otra gente, como ocurre, por ejemplo, en medio de una muchedumbre que espera la lectura de una noticia. Puede volver al pasado a través de sus padres o de sus madres, de igual modo que una mujer que escribe, como he dicho, esta en contacto con el pasado a través de sus madres”
Asimismo, podría decir que estoy pensando en este preciso instante junto a ella, Virginia, pues tiene tantas reflexiones del estilo que no hacen más que inundar mis pensamientos sobre la realidad, o mi realidad. Me hago mil preguntas en estos momentos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, sobre las señales que creemos ver, sobre mis propias capacidades, y sobre lo que me gustaría hacer. Os aseguro que podría llenar tres hojas solo con sus citas, mas no creo que exponerlas todas sea lo mejor, ¡adentráos en este libro! Lo normal es que os vaya a resultar una lectura aparentemente pesada, pero es necesaria. Tan necesaria que os prometo que os sentiréis mejor tras leerla.
“Quizá la Naturaleza, en su humor más irracional, ha trazado con tinta invisible en las paredes de la mente un presentimiento que estos grandes artistas confirman; un esbozo que basta acercar al fuego del genio para que se vuelva visible. Cuando lo exponemos al fuego y lo vemos cobrar vida, exclamamos extasiados: <<¡Pero si esto es lo que siempre he sentido, y sabido, y deseado!>> Y uno rebosa excitación y cerrando el libro con una especie de reverencia como si fuera algo muy precioso, un refugio al que podrá recurrir mientras viva, vuelve a ponerlo en el estante”.