Hace mes y pico, dos semanas antes de Navidad, fui de viaje con mi pareja a Wroclaw. Esta gran ciudad de Polonia, que casi nadie sabe pronunciar bajo esas letras, y que en España hasta hace unos años se conocía más bien como Breslavia, en realidad se pronuncia de una forma que a nuestros ojos castellanos nos resultaría inentendibles: “vrotsuaf” para que me entendáis, /’vrɔt͡s.waf/ si nos ponemos fonéticamente correctos.
Es curioso porque, a pesar de ser una de las ciudades más grandes e importantes para el país en la actualidad, es de las que menos se conoce fuera de Polonia. ¿Acaso no se os viene a la cabeza antes Varsovia o Cracovia? ¡Por supuesto que sí! Pues os informo de que Wroclaw es la segunda en tamaño. Y, por lo que me cuentan, la que tiene más encanto. Digo por lo que me cuentan y no por mi experiencia debido a que es la única ciudad polaca en la que he estado, por tanto, carezco de reconocimiento sobre las otras dos, aunque los que tienen dudas es con Cracovia.

Lo he visitado este pasado mes de diciembre, de un jueves a domingo, para ser exactos. El día en que salíamos, pasamos primero por casa de mis padres. Llevábamos tan solo dos semanas con nuestro nuevo miembro de la familia: Arwen. Una perra de tan solo dos meses de edad, con unos ojazos negros y brillantes que enamoran, unas orejitas de lo más expresivas, y un pelaje atigrado que no sabríamos qué raza es ni queriendo. Como no teníamos previsto adoptar ningún animal cuando preparamos el viaje, y evidentemente es tan chica que queríamos dejarla en lugar conocido y cariñoso, pues decidimos que con mis padres estaría a gusto. A mi padre le chiflan los perros, ¡no para de buscarla para jugar con ella y acariciarla! Y a mi madre, que antaño no le gustaban y que nunca ha sido muy activa en el juego, se la pasa jugando con Arwen en el pasillo y hablando con ella mientras hace de comer como nunca lo había hecho cuando teníamos a otra perra hace ya 20 años. Y no sois ni una pizca de conscientes de lo mucho que me alegra eso. El rollo es que no me gusta darles un trabajo, y aunque se encuentran en un estado envidiable con su edad, se les nota que no pueden hacer todo lo que antes hacían por mucho que quieran. A lo que iba, dejamos a nuestra pequeña con ellos, y tranquilamente fuimos al aeropuerto.
Justo ese día estuvo cayendo una buena tromba de agua en Málaga durante horas. No fue como las danas del mes anterior, pero desde luego a mí me dio que pensar antes de subirme en el avión. Bueno, después también, para qué nos vamos a engañar. Hasta que no aterrizamos no me quedé tranquila. Una vez llegamos allí, a un aeropuerto realmente pequeño, seguimos a la gente, ya que desconocíamos cómo ir hasta el hotel. Eran las ocho de la tarde y hacía un frío que pela. Normalmente, soy yo quien organiza los viajes, me encanta llevar el control e investigar sobre aquel lugar al que voy de visita. Sin embargo, esta escapada fue un regalo, por lo que me dejé llevar de principio a fin. Además, he tenido un año un tanto complicado y, si os soy sincera, no me apetecía hacer nada, ¡menos aún ponerme a investigar! Por tanto, confieso que cada vez que nos movíamos me entraban nervios por no saber si iba a ir a donde queríamos en teoría. Pero intentaba controlarme, no siempre con éxito, para dejarle a él el mando. Esa primera noche fuimos a dejar las cosas al hotel, “Kamienica pod Aniolami”. Todo un acierto y descubrimiento que recomendaría a cualquiera y al que, sin duda, volveré a hospedarme en caso de repetir la visita. Tras esto, debido a la hora y a los horarios sociales de allí que son tan diferentes a nuestra querida ciudad, decidimos ir a cenar a algún sitio cercano que tuviéramos en la lista de recomendaciones de un amigo de R. Sí, a partir de ahora mi pareja va a pasar a llamarse R., ¿os parece? En fin, que fuimos a un pub y pizzería que estaba tremendísimo. Unas pizzas con un sabor y una jugosidad…brutal. ¡Aunque es posible que el hambre que teníamos ayudase!
A la mañana siguiente, fuimos al centro a un Free Tour de esos. Lo teníamos reservado en inglés, porque lo solicitamos con bastante poca antelación (la noche antes, vaya). Sin embargo, se ve que a mucha gente le pasó lo mismo ya que el guía inglés nos dijo muy amablemente que, si lo deseábamos, podíamos irnos con el guía español que estaba reuniendo a un grupo justo al lado. Comenzamos en la plaza principal de la ciudad, donde se encontraba el ayuntamiento y el mercadillo navideño, evidentemente cerrado a esas horas de la mañana (eran las 10am). Nos contó cosas sobre el origen de Breslavia, bastante moderno como sociedad nativa de allí, ya que ha tenido diversos dominios diferentes en distintas ocasiones a lo largo del tiempo haciendo que su población cambiase de manera radical. Me parece un dato realmente curioso, la verdad. Asimismo, al empezar a andar, nos topamos con la cervecería más antigua que hay allí: Piwnica Swidnicka, donde tienen o tenían una especie de bodega y creaban su propia cerveza artesanal. Actualmente, es uno de los restaurantes más “pijos” por lo que nos contaron, pero os aviso que fuimos a comer ahí ese día y no fue nada caro y estaba buenísimo.


Entre otras cosas, nos explicó también el motivo de la existencia de los pequeños gnomos. ¡Están por toda la ciudad! Al igual que otras ciudades, existen diversas casas estilo colorido que da gusto observar, como una casa en la plaza principal en la que una de las ventanas está dibujada. Pero, por supuesto, una de las cosas que más captó mi atención fue la existencia de estas pequeñas criaturas que parecen salir del propio suelo. En casi cada calle, al menos céntrica, puedes encontrar uno como mínimo, lo cual hace que su búsqueda resulte divertida y se convierta en un juego. El problema aparece cuando, pasadas unas pocas horas, te das cuenta de que ya tienes unas veinte fotos o más solo de gnomos y todos diferentes. Sí, tuve que dejar de hacer fotos a menos que fueran realmente peculiares, ya que la galería de mi móvil estaba ya abarrotada. Resulta que hay más de 300 en toda la ciudad… ¿Te imaginas buscarlos todos? ¡Una locura! Además, muchos son “falsos”, ya que los que denominaremos “originales” son permitidos por el ayuntamiento y realizados por un mismo artista, mientras que los otros son creados por particulares y negocios para darse fama. ¡Y se nota la diferencia! Pero, ¿sabéis el origen real de estas pequeñas figuras? Fue en 2005 cuando la ciudad quiso homenajear a un grupo anti-comunista que se hizo popular en los años 80 por hacer dibujos de gnomos sobre símbolos del comunismo del momento. La mayoría de estos gnomos tienen nombre propio y son una representación de actividades que se realizan en la vida diaria o profesiones, algo muy parecido a la historia de los elfos de Colonia que os contaré en otra ocasión.

Ciertamente, lo de los gnomos me encantó, acabó cansándome el buscarlos, pero me gustaron muchos. Algunos eran muy curiosos y creativos. En el tour paseamos por todo el centro histórico hasta acabar en la Catedral, la cual os adelanto que tiene un proyectil incrustado en sus paredes exteriores. En caso de que vayáis, ¡ya tenéis la misión de buscarlo! Cuando terminó el tour, fuimos a dar un paseo por el centro de nuevo y tomar un picoteo antes de irnos al restaurante a comer. ¡Y descubrimos Pan Precel! Los típicos pretzels con esa masa tan deliciosa que son tan popilares sobre todo en la zona de Alemanía y en una variedad de combinaciones de sabores, se convirtió en nuestro antojo favorito, la verdad. Ese día, en el restaurante, tomamos una sopa típica de allí: el Zurek. Es bastante sencilla, como un caldo básico con huevo cocido y una salchilla, ¡todo dentro de un pan! Y, de segundo, un filete empanado al estilo vienés (conocido como Schnitzel) con ensalada y huevo frito. Una comida riquísima y no cara que nos dejó más a gusto de lo que necesitábamos. ¡Completamente recomendable! El resto de la tarde transcurrió tranquilo, unas cervezas en el Hard Rock, visita de los puestecillos navideños, otra bebida en una bota navideña del mercadillo, y una pausa anterior en un centro comercial. ¿Y la cena? ¡Fuimos a un sitio de moteros! Se trata de “Chopper Bar and Grill”, un sitio que me recuerda a los Hijos de la Anarquía mezclada con decoración de Terminator. Sí, como lo oís. Hay que reconocer que el sitio estaba bien y era cuanto menos curioso, aunque la zona “búnquer”, que es donde comimos, era bastante bullicioso.
Al día siguiente, quedamos con un familiar de mi pareja que vive allí, llamémosle D. Quedamos en otro centro comercial, ya que queríamos ver la tienda Lego (sí, así somos) y ahí nos tomamos un café para calentar el cuerpo y vimos algunas tiendas antes de dar paseos por la ciudad y ponernos al día con D. He de deciros que, aunque fue una bebida de las típicas de invierno de café y jengibre en el Costa Café, me pusieron una pequeña galleta de la misma sobre el vaso y me alegró el día. En fin, son las pequeñas cosas las que más nos hacen sonreír, ¿no era? Tras eso, dimos un agradable paseo por un parque y conocimos lugares que frecuenta D. Para almorzar, nos llevó a un sitio del centro llamado “Butchery and Grill”. Y, como merienda, tomamos un cocktail la mar de mágico en un pub temático de Harry Potter, llamado Pub Pod Trzema Miotlami. Luego, nos enseñó el lugar donde vive, unos edificios bastante siniestros, a mi parecer, del estilo soviético o alemán, no sabría deciros. Al parecer son bastante comunes por allí. Cenamos en los puestecillos del mercadillo navideño, unos pieroggi (gyozas de toda la vida) rellenos de patata, ¡y entraban que daba gusto!

El último día, un domingo por la mañana, teníamos poco tiempo debido a que nuestro avión salía después de la hora de comer. Con ello, salimos a dar un paseo express tras el desayuno y volvimos a tomar algo en los puestecillos ¡para poder aguantar el tirón del avión después!
He de reconocer que fue un viaje muy bonito. La ciudad me ha sorprendido gratamente, y no descarto volver algún día, pues me he sentido a gusto y he visto que tenía un encanto que no imaginaba que tendría. Además, aunque solo han sido tres días escasos, me ha servido para darme cuenta de ciertas cosas. Confieso que me encuentro en una época de mi vida en la que estoy reflexionando mucho de cosas variadas, como en aquello que realmente quiero tener en mi futuro, o en esforzarme más en centrarme sobre ciertos aspectos fundamentales de la vida que, por mucho que lo intento, se me escapan de las manos y nunca salen como espero. Por tanto, me ha alegrado de más haberlo realizado. Y vosotros, ¿algún viaje reciente que contar?

